viernes, 31 de octubre de 2008

Viaje a Chile

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Queda prohibido


Queda prohibido llorar sin aprender
Levantarte un día sin saber que hacer
Tener miedo a tus recuerdos…

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
No luchar por lo que quieres,
Abandonar todo por miedo,
No convertir en realidad tus sueños, …

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
Pensar que sus vidas valen menos que la tuya
No saber que cada uno tiene su camino y su dicha …

Queda prohibido no crear tu historia,
No tener un momento para la gente que te necesita,
No comprender que lo que la vida te da,
También te lo quita …

Queda prohibido, no buscar tu felicidad
No vivir tu vida con una actitud positiva,
No pensar en que podemos ser mejores,
No sentir que sin ti, este mundo no sería igual

Pablo Neruda

En la vertical de la preocupación y la amistad

durante la preparación del viaje a la otra casa

cuando un agujero se enseñorea del estómago

porque el miedo a lo desconocido es libre e ingobernable

miércoles, 15 de octubre de 2008

En la playa infinita del tiempo


Todos los grandes físicos contemporáneos, desde Albert Einstein a Stephen Hawking, coinciden en que no existiría el tiempo sin la aparición previa del Universo. Por lo tanto, antes de la creación del Universo no existía nada, ni siquiera el tiempo.

Pero la nada es difícilmente concebible. Resulta imposible entender cómo ha surgido la materia de esa nada. Por eso, los filósofos griegos como Parménides creían que el ser era eterno e inmutable, siempre igual a sí mismo en contraposición a ese vacío que es la nada. Si Einstein estaba en lo cierto, el tiempo es consustancial al ser. Marca el comienzo y el final no sólo de las galaxias y las estrellas sino también de los seres humanos que habitamos en el planeta.

La única diferencia es la escala temporal: una estrella existe durante cientos o miles de millones de años, mientras que el lapso de una vida humana es mucho más pequeño. Los científicos sostienen que nuestras células contienen un reloj biológico que determina la duración de la vida.
Todos los seres vivos nacen con una fecha de caducidad que está inscrita en su herencia genética. Estamos, pues, encadenados al puro devenir ya que, como señalaba Kant, el tiempo es una estructura en la que encajamos la percepción de las cosas.

Pero esa percepción está distorsionada por la propia finitud. Sabemos cómo es el mundo en estos momentos y si miramos atrás podemos ampliar la perspectiva a unos pocos siglos, a eso que llamamos la Historia. Pero ello sólo representa una infinitésima parte del tiempo, que, aunque limitado, es inconcebiblemente grande para nuestros sentidos.

Podemos imaginar cómo será el mundo dentro de 50 años, pero no tenemos ni idea de cómo será dentro de 50.000 años, que es un periodo corto en relación a la edad del planeta en el que habitamos.

Por tanto, la perspectiva temporal nos limita extraordinariamente para comprender la realidad que nos rodea y responder a los grandes interrogantes sobre la materia y la vida que el ser humano se plantea desde hace muchos siglos.

Estas reflexiones nos conducen inevitablemente al pesimismo en la medida que tomamos conciencia de que nuestra existencia es como un breve rayo que brilla durante unos instantes en el firmamento.

No somos más que eso y ello debería ayudarnos, paradójicamente, a vivir con menos ansiedad, en la medida que estamos condenados a difuminarnos en el tiempo como los granos de arena en una playa infinita


Pedro G. Cuartango
sobre la vertical de "El Mundo"
en otro buchito "robao" al Otoño madrileño

martes, 7 de octubre de 2008

El corazón al sur

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Nací en un barrio donde el lujo fue un albur, por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi viejo fue una abeja en la colmena, las manos limpias, el alma buena … Y en esa infancia, la templanza me forjó, después la vida mil caminos me tendió, y supe del magnate y del tahúr, por esto tengo el corazón mirando al sur.

Mi barrio fue una planta de jazmín, la sombra de mi vieja en el jardín, la dulce fiesta de las cosas más sencillas y la paz en la gramilla de cara al sol.

Mi barrio fue mi gente que no está, las cosas que ya nunca volverán, si desde el día en que me fui con la emoción y con la cruz, yo sé que tengo el corazón mirando al sur!

La geografía de mi barrio llevo en mí, será por eso que del todo no me fui: la esquina, el almacén, el piberío … lo reconozco … son algo mío …

Ahora sé que la distancia no es real y me descubro en ese punto cardinal, volviendo a la niñez desde la luz teniendo siempre el corazón mirando al sur.

Eladia Blazquez
Sobre la vertical del Teatro Real
tras un buchito "robao" a una tarde otoñal
en un Madrid dorado
y saboreando la memoria de "papi" Alejandro