miércoles, 23 de diciembre de 2009

Cómo adivinar el futuro



A un europeo del siglo XIII le daba igual el futuro porque, 50 años después, los objetos que le rodeaban y sus costumbres serían las mismas. Eso no sucede con nosotros. En los años 70, no había CD ni DVD, no existían los móviles, ni los microondas; el ordenador personal no se había inventado, internet era una cosa de científicos locos, nadie soñaba con los libros electrónicos…
Hoy, todas esas cosas forman parte íntima de nuestra vida cotidiana y no podemos vivir sin ellas. Seguro que todos hemos reflexionado sobre estas cuestiones y hemos pronunciado esa frase de «cómo cambia la vida». Bien, el problema ahora consiste en adivinar cómo va a seguir cambiando, y a qué ritmo. Porque lo que antes sucedía en 30 años ahora puede pasar en cinco.

«Nos costó 14 años secuenciar el virus del sida; pero sólo 31 días el virus de la gripe asiática», decía Ray Kurzweil en una entrevista que le realizó la revista interna de Credit Suisse. Ah, se me olvidaba: Kurzweil es el científico loco de nuestro tiempo. Loco porque dice que en 20 años los robots formarán parte de nuestra vida, que vamos a cambiar radicalmente, que ni nos lo vamos a creer.

Ray Kurzweil es futurólogo. Su tesis principal es que dentro de 20 años la tecnología sobrepasará la inteligencia humana. Recuerden el ejemplo de cómo la ciencia logró secuenciar los dos virus. Cada vez descubrimos más cosas y más rápidamente. ¿Saben por qué? Porque metemos más chips en menos espacio (los ordenadores personales son un ejemplo).

De modo que hagan el siguiente ejercicio: ¿cómo será el ser humano del año 2035? «Los nanorrobots inteligentes estarán integrados en nuestros cuerpos, en nuestros cerebros y en nuestro ambiente», dice Kurzweil, «con lo cual superaremos la contaminación y la pobreza, disfrutaremos de mayor longevidad». Es decir, al mirar a una mujer uno no sabrá cuánto hay de carne y cuánto de tecnología. «La aplicación más heavy de la nanotecnología serán los nanorrobots, que son robots del tamaño de una célula, que viajarán por la corriente sanguínea destruyendo agentes patógenos, eliminado los desechos, corrigiendo los errores del ADN, y revirtiendo el envejecimiento».

Mucha gente se ha reído de Kurzweil diciendo que ha visto Matrix demasiadas veces. Pero no hay más que estudiar la historia de los descubrimientos científicos de las últimas décadas, así como sus aplicaciones, para comprobar que lo insuperable es superado. Recuerden aquella famosa anécdota de cuando los ingleses vieron ponerse en marcha el primer tren: pensaron que no se podría ir a más velocidad que un caballo porque los seres humanos no podrían soportarlo. No conocían todavía el avión.

¿Por qué nos cuesta tanto imaginar esas cosas? «La mayoría de las previsiones a largo plazo subestiman dramáticamente el poder de los desarrollos futuros porque se basan en lo que yo califico de visión lineal de la historia, en lugar de la visión exponencial de la historia», dice Kurzweil. «Mis modelos muestran que duplicamos el cambio de paradigma cada 10 años».

Un cambio de paradigma es algo digno de comentar. El paradigma es la idea base sobre la que se fundamenta una visión científica del mundo: por ejemplo, «la Tierra es plana y el Sol gira alrededor de la Tierra». Luego, vino otro paradigma que destruyó el anterior: «La Tierra es redonda y gira alrededor del Sol». Un giro radical. Lo que pretende decir Kurzweil es que los paradigmas de hoy van a ser desechados en pocos años. Es decir, aceptaremos que existan nanorrobots haciendo muchas tareas que hoy no hacemos.

Y aquí viene lo bueno: llegará un momento en que, a fuerza de reducir los chips, tropezaremos con el límite atómico, es decir, con el tamaño de un átomo. ¿Se podrá reducir un chip a ese tamaño? Quien puede responder eso es casualmente un español, Ignacio Cirac, que está participando en uno de los experimentos más fascinantes de la Historia: los ordenadores telepáticos. En realidad, se les llama ordenadores cuánticos y están basados en la física de partículas, es decir, del comportamiento de los átomos. Resulta que a esa escala mínima, el mundo se vuelve loco: las partículas no se comportan como los planetas, sino como las series de ciencia ficción. Por ejemplo, un átomo puede transmitir sus propiedades a otro átomo situado más lejos, sin pasar por ningún sitio. Es como la teletransportación del capitán Kirk en Star Trek.

Basados en estas leyes, Cirac y otros científicos están construyendo en el Instituto Max Planck de Alemania un ordenador que sea capaz de transmitir esa información. Eso dará lugar a equipos superpotentes que, comparados con los que hoy tenemos, serán como aviones supersónicos y cometas de papel. La gente común y corriente no puede comprender un ordenador cuántico porque rompe los moldes de la lógica y del sentido común. Pero, ¿en qué están basadas la lógica y el sentido común? En la repetición. Sabemos que una piedra caerá al suelo porque así ha pasado siempre. Pero si estuviéramos en medio del espacio, la piedra no caería a ningún sitio porque no hay masa que la atraiga. ¿Nos acostumbraríamos a eso? Por supuesto.

Para pensar de ese modo adelantado se requiere romper con los moldes del pasado, del sentido común y de la lógica. Es decir, todos los empresarios, comerciantes, economistas y políticos obsesionados con «qué demonios va a suceder en los próximos cinco años», sólo podrán atisbar esos cambios si son capaces de pensar con los paradigmas del futuro. Es una paradoja, porque predecir el futuro y prepararse para ello requiere poner en marcha procesos que no conocemos. Por eso Kurzweil hablaba de tener una visión exponencial, no lineal. Es decir, para prepararse para ese futuro hay que ver qué cosas están despertando ahora en nuestro entorno, qué cosas están dando sus primeros pasos, y proyectarlas exponencialmente en cinco o 10 años.

Se abre el telón.


Tomado de El Mundo del domingo, 6.12.09
Carlos Salas tiene la culpa
Bajo la vertical carismática de
Ray Kurzweil