martes, 26 de octubre de 2010

Aprender a pensar implica, forzosamente, desaprender

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Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.


Leí la pregunta del examen y decía: "demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro". El estudiante había respondido: "lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la Pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.


Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunte si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.

Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: "coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula Altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".

En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta. Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.

"Bueno", respondió, "hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio".


"Perfecto", le dije, "¿y de otra manera?" "Si", contestó, "éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precesión".


En fin, concluyó, "existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro, Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo".

En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia depresión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.


Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que… LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.


La solución a un problema nunca es una sola.... aprendan a buscar la mejor manera de resolver, y anímense a ver las cosas desde muchos puntos de vista y aprenderán a encontrar respuesta que difieren de lo convencional. De las verdades oficiales. Pensamiento Lateral.


El principal objetivo del sistema de enseñanza debe ser enseñar a los alumnos a pensar, a dudar, a desarrollar un pensamiento crítico y a enfrentarse a situaciones y problemas y resolverlos, partiendo de la base de que no existe una única solución y desde luego no “una verdad absoluta”.
Si los docentes de hoy se dedicaran a eso: enseñar a pensar a sus educandos y a que éstos lo hagan por sí mismos, nuestra sociedad sería muy diferente.

En última instancia toda la vida no es sino una sucesión de problema a resolver, y para ello es imprescindible haber aprendido a pensar. Un riesgo que existe hoy entre los chicos es que sean personas instruidas pero no hombres cultos.

Saber de memoria los versos de un poeta significa ser instruido, entenderlos y meditarlos es ser culto.

A estas alturas ya sabemos que los datos están en internet. El objetivo es enseñar a encontrarlos primero e interpretarlos y convertirlos en información, después.


Información, relevante!!


Porque ahí es donde arrancan las intenciones. Y, como consecuencia, desaparece la anhedonia. Cáncer de buena parte de nuestra juventud.

"En la escuela, a menudo... lo único que se aprende es a ser alumno ..."

Esta anécdota la podemos encontrar replicada en Google unas cuantas veces. En el enlace http://francisthemulenews.wordpress.com/2009/01/14/la-verdad-sobre-la-anecdota-de-rutherford-bohr-y-el-barometro-o-un-tributo-a/ podemos encontrar una versión plausible de su origen

sábado, 9 de octubre de 2010

Comunicador, Eduardo



Tenemos aquí un ejemplo paradigmático de lo que es un comunicador.

Un ejemplo de cómo se conecta con una audiencia.

Un ejemplo de la eficiencia de la utilización del cuento, de la anécdota.

Un ejemplo de lo que es ser sencillo. Y grande.

Eduardo, grande!