sábado, 23 de febrero de 2008

La Naturaleza, maestra permanente



El crecimiento de la población humana siguió creando presión sobre el resto de las especies.

Un día el Rey León reunión a todas las especies que pudo y dijo: “Queridos miembros de la biodiversidad, tenemos que dejar de competir entre nosotros. Ha llegado el momento de crear una gran alianza, el único enemigo real que tenemos son los humanos”

Se escucharon todo tipo de sonidos de aprobación, bufidos, rugidos, silbidos, ladridos y demás manifestaciones de júbilo.

Se aprobó por unanimidad el primer acuerdo de cooperación inter-especies. Fue entonces cuando el perro, muy conocedor de los humanos, dijo: “se trata de trabajar en equipo, al menos hablan constantemente de ello”

“Eso ya lo hacemos nosotros para cazar” dijo el lobo, lo que montó un gran revuelo;
La urraca insistía en que tenían que aprender de los humanos: “Son ellos los que han tenido tanto éxito como especie, será por algo”

Los simios apoyaron a la urraca y, al estar muy considerados por su capacidad de ver las cosas desde distintas alturas, consiguieron que se acordase el aprender de los humanos como vía para ser capaces de desarrollar la gran alianza y cooperar entre todos.

Establecieron como plan de acción el recabar información relativa al trabajo en equipo, cada uno como pudiese.

Perros, gatos y canarios fueron los que tuvieron más éxito recabando pistas. Como animales domésticos, tenían una posición privilegiada.

Las aves migratorias llevaron la información de un continente a otro, creando con ello la mayor red de información inter-especies de la historia de los seres que sienten.

Aprendieron mucho.

Parecía importante tener un objetivo común, para lo cual tuvieron que ponerse de acuerdo desde posiciones iniciales muy distintas (águilas, delfines y caballos siempre habían tenido perspectivas muy distintas)

Trataron de cuidar la comunicación; empezaron contratando cotorras para la traducción simultanea pero acabaron pensando que igual era más importante escuchar que hablar, así que nombraron responsable a un murciélago conocido por su fino oído.

También se dieron cuenta de que los humanos daban mucha importancia al feedback para superar aquello que hacían mal. Esto les pareció lo más difícil, pero la determinación era tal que se pusieron a ello con ahínco.

El mono, que siempre había sido muy reconocido por su capacidad de subir a los árboles, decidió que lo que hacía mal era volar. Murieron tres en el intento, los demás lo intentaban y se sentían inútiles. De hecho, los pájaros se mofaban y hablaban de ellos a sus espaldas. “Estos monos, ¿cuándo van a aprender a volar?, es tan sencillo”

Un guepardo decidió dedicarse a la pesca y hubo que hacerle el boca a boca, con los buenos oficios de un hipopótamo. Perdió parte de su mítica auto-confianza y dejó de sentirse reconocido por su velocidad punta, ya solo se hablaba de lo mal que pescaba.

Resultó sorprendente en cuán poco tiempo todo el mundo hablaba de lo mal que hacen los demás las cosas. Y así se fue al carajo la colaboración recién estrenada.

El Rey León reunió el Consejo ínter-especies y todos estuvieron de acuerdo en que este no era el camino, cada cual debía aportar lo que realmente hacía bien.

Las gacelas protestaron, “seguro que cada uno puede aprender algo, por ejemplo, los elefantes podrían dejar de rascarse en los árboles pequeños, los tumban”. Los elefantes accedieron, en el fondo no les costaba tanto.

De esta manera, se llegó al acuerdo de que todo el mundo pondría a disposición de la Comunidad aquello en lo que era realmente bueno pero, al mismo tiempo, cada uno trataría de aprender algo, cambiar algo que fuera viable.

Fue entonces cuando el más anciano y sabio de todos los ñus dijo: “¿cómo voy a cooperar con el león con lo enfadado que estoy con él?, se pasa la vida intentando comerme”. Y a todos les pareció importante comprender cómo se sienten los demás y actuar en consecuencia.

Al entender el rol de cada cual, la hiena se liberó de ser la mala de la película y todos vieron que su labor ‘limpiar de carroña el campo, siempre ayudadas por los buitres’ era muy importante.
El delfín, en su turno de palabra, intentó zanjar la cuestión: “intentar hacer lo que se te da realmente mal debe de ser algo que solo entienden los humanos”.

En poco tiempo volvió el orgullo a cada especie. Y la colaboración funcionó como nunca, cada uno podía contar con la astucia del zorro, la templanza de la tortuga, la velocidad del guepardo o el tesón de las hormigas; todos podían contar con dominar el cielo, el mar y la tierra.

Hoy, mucho tiempo después, los animales siguen intentando entender por qué los humanos no se apoyan en lo mejor de cada uno.

Y cuanto más lo piensan menos lo entienden.


Coaching

Enero, 2008

jueves, 7 de febrero de 2008

En busca de la Armonía




1. Aprender de nuestros propios errores y rectificar para seguir aprendiendo y rectificando (lecciones aprendidas)

2. Aceptación consciente de nosotros mismos, pero sin resignación fatalista y desde esa aceptación poner los medios para modificarse y madurar

3. Examinarnos y conocernos, investigando en nuestra propia naturaleza aprendiendo a descubrir los conflictos internos (disonancias cognitivas) las ambivalencias y los antagonismos para conciliarlos o resolverlos

4. Saber relativizar y desdramatizar. No apegarse a estados mentales o emocionales aflictivos. Saber desbloquearse y soltarse, liberándose de viejos patrones estereotipados que nos encorsetan

5. Evitar la vía de la evasión e ir enfrentando las situaciones como se van presentando, con lucidez y ecuanimidad

6. Cooperar en el bienestar de los demás y esforzarse en conciliar los propios intereses con los ajenos. Tender vínculos afectivos sanos con el prójimo, para el crecimiento reciproco

7. Valorar no solo el progreso externo sino también el interno (hacer planificación para ambos)

8. Trabajar el discernimiento para purificarlo y liberarlo de juicios y prejuicios
Ingeniería Emocional
Ramiro Calle
(en agradecimiento)

miércoles, 6 de febrero de 2008

El destino del hombre está escrito en nuestro cerebro

La historia del hombre como especie está escrita en el cerebro. «Somos como somos porque nuestro cerebro es así. A través de él podemos entender cómo somos y cómo hemos sido; es decir, nuestra evolución».

Y no sólo eso. Incluso el futuro de la Humanidad, «nuestro destino está escrito en el potente ordenador que rige y procesa el funcionamiento del cuerpo humano». Antonio Damasio, prestigioso neurólogo, portugués, afincado en California, premio Príncipe de Asturias de Investigación, defendió ayer esta teoría en Bilbao, a donde acudió para abrir un ciclo de conferencias promovido por la Fundación Vasca para la Ciencia-Ikerbasque.

Con el Palacio Euskalduna como escenario, Damasio habló sobre cómo las emociones humanas han contribuido «a formar el andamiaje de nuestro sistema moral», sin que las personas prácticamente nos hayamos dado cuenta.

«La neurociencia nos está ayudando a conocer cómo se han creado nuestros modelos morales, económicos, educativos y de justicia a través de la forma en que está constituido nuestro cerebro». Ha ocurrido así, muchas cosas han sucedido de la manera en que sucedieron porque, según se ha visto, las personas teníamos en el equipo que rige el sistema nervioso central una herramienta que nos ha dirigido en una dirección.

Había, y hay, un destino. «Nuestro cerebro nos predispone sobre cómo vamos a ser», afirmó ayer el reconocido experto.

El médico e investigador portugués Antonio Damasio fue galardonado en 2005 con el premio Príncipe de Asturias por su contribución a la lucha contra el Parkinson y el Alzheimer.

Sus trabajos, desarrollados en Estados Unidos, han permitido comenzar a conocer las bases neuronales que rigen procesos como la toma de decisiones, las emociones, el lenguaje, la memoria y el tratamiento que hacemos de la violencia y los conflictos sociales.

«Cada vez que sabemos algo más sobre el funcionamiento cerebro, nos damos cuenta de que lo que ignoramos era mucho mayor de lo que imaginábamos. Por eso, lo importante es que desentrañemos las claves para ayudar a las personas que sufren por problemas de salud o sociales».

El sentido común de Damasio habló ayer sobre «la perspectiva social de la neurociencia», la forma en que las decisiones, la creatividad, la capacidad de cada uno para emocionarse influyen en la sociedad en general.

«La lógica y la educación no explican del todo nuestra manera de comportarnos», argumentó el investigador. «El centro de la vida humana son las emociones y necesitamos filtrar a través de ellas nuestra lógica para entender la vida humana. ¿Por qué? Porque la vida se expresa a través de las emociones».

Como médico, dijo que la manera de sacar el máximo rendimiento del cerebro es hacer uso del sentido común.

«Hay que tomarse el tiempo que sea necesario para consolidar las cosas que aprendemos y para disfrutar de la vida, los seres humanos, la naturaleza, el conocimiento. No hace falta ser neurocientífico para darse cuenta de que el estrés daña el cerebro, el corazón, las arterias y que esta situación, llevada al límite, genera confusión y evita que se consolide lo aprendido».

Antonio Damasio,
un hombre a seguir