lunes, 27 de diciembre de 2010

En un día como hoy

Posted by Picasa



EN UN DÍA como hoy, quien llora la ausencia de los que se fueron deberían recordar a los que se quedan que todo es nada al lado de una silla vacía. Que no importa la carne del cordero, ni el pavo frío, ni el mantel arrugado, ni una copa más alta que otra. Que sólo la presencia del ser querido llena el silencio de las noches más largas, el sonido de las campanas, el frío que desgasta las dentaduras y la angustia de saber que era cierto, que esto se acaba, que llegará un momento en que tu vida seguirá sin ti, o sin ellos, y que nada ni nadie será capaz de interceder para cambiar las cosas. Porque las cosas son así. Y lo que diferencia a los seres humanos es su actitud ante lo que es, y ante lo que no es, y punto. Sus reacciones, sus respuestas, sus estados de ánimo. En un día como hoy, ponerse en el lugar del otro, relativizar o buscar el punto de encuentro entre almas que vuelan separadas debería ser la meta de cada uno de nosotros. Sonreír, a pesar de todo. Brindar de corazón. Mirar a los ojos, detener la mirada y saber que normalmente, todos hacemos lo que podemos. Pero no. En un día como hoy laten rencores, compromisos, mochilas que pesan como el cemento. Cualquier detalle es la causa de un tsunami que arrastra las buenas intenciones y saca a la luz las uñas afiladas, y los secretos mejor guardados acaban machacando a quien pretendía protegerse del exceso de confianza de los más cercanos, de los derechos y poderes que adquieren sobre ti los que más te conocen y tienen tanta información que pueden sacar demasiadas conclusiones. La familia. La misma que se reúne a regañadientes alrededor de un caldo navideño y finge ser feliz, cuando podría llegar a serlo cada minuto de su vida. Sólo por estar juntos y por estar ahí, por compartir, por conversar, por recordar, a pesar de las diferencias y las dificultades, a pesar de un mal tono o de una mala solución, a pesar de no haberlo conseguido o de haber conquistado la mitad del sueño, o de vivir más de una pesadilla, a pesar de no verlo claro y de pensar que sí, y a pesar de ti mismo y de lo que esperabas dar y recibir. Porque estás aquí, y estás con ellos. Con nosotros. Así que venga, inténtalo. Sonríe. Porque a lo mejor te devuelven la sonrisa. Y a lo mejor descubres que has perdido la mitad de tu tiempo gruñendo y vomitando al prójimo tu forma de percibir la vida. Eludiendo tu responsabilidad de ser simplemente uno más, y desde ahí, amar y ser amado. Ponlo fácil, que somos muchos y estamos más solos que la una. Y te necesitamos para construir. En un día como hoy. Por qué no.



Cayetana Guillén Cuervo
Sobre la vertical de la Navidad 2010
El Mundo del 24.12

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