miércoles, 21 de mayo de 2008

Roto en el AVE


Llevarían tres cuartos de hora, uno enfrente del otro, sin hablarse, sin mirarse siquiera. Dejando mecer sus cuerpos por el suave vaivén de aquel tren capaz de recorrer más de trescientos Kilómetros en una hora.

Atocha quedaba lejos en el recuerdo de Adán y Barcelona era una bruma en el pensamiento cerrado, hermético, de Eva.

Solo el zumbido de la velocidad apenas perceptible azotaba sus sienes compitiendo con el atroz fragor de sus pensamientos.

Los ojos de aquel hombre surgieron de un mar muy profundo y se posaron, con vida, sobre los ojos buscados de ella. Sus manos tuvieron que andar el camino tras las manos femeninas en pos de una atención aletargada. También estaban frías.

En aquel silencio con sordina, su voz sonó a campana en torre milenaria: “Me quiero bajar”!

“No puedes”, dijo Eva. “aún faltan tres horas para llegar a Barcelona, y este viaje no tiene paradas”.

“Me quiero bajar”, insistió Adán, avanzando el mentón en formación resoluta “me quiero bajar, estoy aburrido”. Y, despacio, cerró los ojos, bajó el mentón, se hundió en su mar, profundo.

Eva pensó en llamar a la azafata y pedir un vaso de agua con un analgésico. Su intuición de mujer ya había diagnosticado otra jaqueca. La rutinaria jaqueca.

Ella lo contempló largamente, algún transeúnte pudo llegar a pensar que con ternura. Las leves arrugas de su frente denotaban reflexión. Afuera, las alambradas próximas huían fugaces, mientras las montañas a lo lejos se movían lentamente.

Fue como un resorte, irguió su cuello, entrecerró sus ojos, escudriñó su conciencia como si la idea que acababa de tomar forma, fuera una ilusión. Abrió su boca, mejor, cayó su labio. Calló su voz y gritó su conciencia. Tragó saliva. Por dos veces.

Finalmente, clamó por la azafata y por el analgésico.

Un sabor metálico se instaló en su paladar justo en el mismo momento que la sinapsis, como un relámpago gris amargo, se soldaba en su cerebro.

Tomó la pastilla, bebió el agua. Apenas un sorbo. Acababa de brindar por su roto matrimonio.
En la vertical de las marismas
Un "sanisidro"

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